Cuando se le recuerden o que le llamen la atención sobre sus errores o carencias, especialmente cuando se trata de ese “sagrado” papel que es el de padres ha de esperarse a que ellos incurran en reacciones defensivas como, por ejemplo, el rechazo: “Gracias a Dios, yo no soy así”. Puede que nuestra actuación como padres deja a veces algo que desear, solo tendrás que hacer un esfuerzo consciente para desviar esas energías hacia canales más constructivos, planificando de qué modo la pareja podemos servirnos de nuestras fuerzas y superar aquellas debilidades.
Comencemos analizando
algunas cuestiones. Hablemos, en primer lugar, de lo negativo y lo positivo con
los que podemos tropezarnos en el mundo de la
crianza y educación de los hijos:
Estudiemos ahora las características de lo “negativo”
Los siete “negativos” de los padres que no son lo bastante bueno.
1.-Egoísmo
Querer que sus hijos-por
cariño, diversión, compañerismo, poder o control-satisfagan, en primer lugar y
por encima de todo, sus necesidades como padres. Manipular a sus hijos y
encauzarlos hacia ciertas actividades y estudios de forma que ellos (los
padres) puedan disfrutar de la gloria ajena. No estar dispuestos a sacrificar sus
propias comodidades o placeres por el desarrollo de sus hijos.
2.-Ojeriza
Valerse del poder físico y
emocional para herir a sus hijos, quizá porque envidien su potencial, éxito o
incluso su juventud. Utilizar a sus hijos de “cabezas de turco” para descargar
sobre ellos la ira y el odio que sienten contra si mismo, contra otras personas
o contra el mundo en general. Negar comodidades porque ellos tuvieron (y quizá
sigan haciéndolo) que arreglárselas sin ellas. Decir siempre la última palabra
en una discusión o procurar por todos los medios derrotar a sus hijos en el
juego o deporte favorito de estos. Estropear el orgullo que sus hijos sientan
por un éxito, sacando a colación sus personales y meritorios logros.
3.-Infalibilidad
Saber siempre que es lo mejor
y ser incapaces de apreciar que los valores de los demás también pueden tener
peso; estar presuntuosamente seguros sobre el significado y la finalidad de la
vida, y no permitir que los hijos desarrollen sus propias filosofías y códigos
morales. Reacios a confesarse culpables de errores, aunque en su fuero interno
sean conscientes de su propia hipocresía y culpa; dados a los sermones, aunque
no siempre practican la virtud.
4.-Escepticismo
Sembrar constantemente la
semilla del desaliento, poniendo de relieve que es lo que esta o podría ir mal,
o de que forma algo se podría hacer mejor. Recelar generalmente de la gente y
ser reacios a confiar en alguien, incluso en ellos mismos. Instar a sus hijos a
que vean el mundo a través de cristales grises.
5.-Pesadumbre
Estar empapados de su
propia e intrínseca aflicción como para ser incapaces de compartir y alimentar
positivamente a sus hijos; dirigir con demasiada frecuencia la vista atrás y
recrearse en lo “buenos y viejos tiempos” como si fuesen los “únicos” de su
vida; mentalizar a sus hijos de que deben sentir pena por ellos (los padres) e
incluso cuidarlos antes de que cubran sus propias necesidades; aferrarse a su
propia tristeza y dolor en tal medida
que sean incapaces de apreciar y celebrar en toda su extensión los éxitos y
alegrías de sus hijos; transmitirles, por ultimo, el mensaje de que podrían
enmendar la insatisfactoria naturaleza de las personalidades o de las vidas de
sus padres, siendo, por ejemplo, hiperasertivos, prósperos o famosos.
6.-Servilismo
Estar a disposición de todo
el mundo y, como resultado de ello, quemarse y amargarse prematuramente, y que
posean, por tanto, poca o ninguna energía que transmitir a sus hijos. Hacer
demasiado por sus hijos para después preguntarse por que terminan ellos (los
padres) siendo postergados, adoptar una actitud demasiado dependiente y
desvalida o mostrar falta de respeto en vez de gratitud.
7.-Estancamiento
Resistirse al cambio y a
las nuevas ideas. Adoctrinar a sus hijos a que “jueguen sobre seguros” y que se
decidan por la opciones conocidas y fáciles. Darles un estilo de vida
excesivamente controlado por la rutina y los ritos cotidianos, estilos que les
deja poco tiempo y espacio para la espontaneidad y para enfrentarse a
situaciones nuevas e interesantes. Ser incapaces de dilatar los horizontes de sus hijos-curiosos por
naturaleza-de intentar hacer nuevos amigos, viajar a diferentes sitios e
incluso ver una gama variada de programas de televisión.
Los hijos que están
continuamente recibiendo una sobredosis de la parte negativa estarían, casi con
toda certeza, dañando su autoconfianza en algún grado u otro. Sin embargo hay
una parte positiva que tienen que conocer los padres muy importante en su
aplicación personal siendo ellos los modelos que sus hijos van a imitar logrando,
en sus niños, cultivar una buena autoconfianza.
Lic. Nelson Condor Alvarez